Editorial 07/2017
OTRO MUNDO ES POSIBLE SI…
Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Decía Durruti en los años treinta del siglo pasado. Otro mundo es posible. Repetía más modestamente el movimiento altermundista a principios de siglo. Cierto. Pero ese mundo nuevo, ese otro mundo posible, no va a pasar de la posibilidad si no existe un grupo suficientemente amplio y organizado que procede con habilidad y energía. Como hemos explicado repetidas veces para ello es preciso elaborar un proyecto social, unos programas que lo desarrollen, acumular recursos (o fuerzas), cambiar estructuras e instituciones…
En todo caso elaborar propuestas y organizar los recursos para alcanzarlas no es tarea fácil. Hay que aprender a hacerlo. Lo que exige tiempo. Y ahí nuestro problema es que, mientras los activistas de nuestros adversarios (las élites de poder) están siempre incidiendo, con sus recursos y por su interés, los nuestros vienen y van.
Unos llegan con entusiasmo renovado, hacen una labor, en algunos casos importante, pero luego alcanzan, o no, alguno de sus objetivos, y se desentienden. Y vuelta a empezar, cada uno repitiendo algunos rasgos de la evolución que hemos visto tantas veces.
Un error frecueOTRO MUNDO ES POSIBLE SInte es, en nuestra opinión, la intención de ver en la acción inmediata y “resuelta” de la minoría, por sí y para sí, la palanca para el cambio.
Es una orientación gravemente errónea el considerar únicamente los actos de una minoría de vanguardia, sin pasar por el convencimiento de las grandes mayorías, o al menos de “las grandes masas” a que se refería Bakunin.
Y no se diga que sólo se trata de hacer saltar “el sistema”, porque, incluso en el remoto caso de tener éxito por esta vía, la vida social habrá que organizarla de algún modo. Y, desde luego, los pueblos no quieren saltos en el vacío.
Si a la mayoría se la descoloca en una situación de inseguridad, porque no se la ha convencido, o reacciona apoyando a la reacción y la vuelta a las instituciones más duras del modelo anterior, -y entonces agárrate que vienen curvas, por ejemplo, las “revoluciones comunistas” en Alemania, como antecedente del triunfo del nazismo-, o habrá que imponer alguna forma de dictado de la minoría. Ambas, cosas muy poco recomendables.
En este último caso, veremos la naturaleza humana en acción, en un aspecto corroborado muchas veces. Porque en cuanto las minorías adquieren poder social, -es decir influencia que pueden instrumentalizar -p.e., con el fin de imponer un punto de vista-, a la asimetría de su situación de poder añaden sin dilación el privilegio.
Obviamente, una vez en situación ventajosa, a nadie le gusta que le afeen la conducta, sobre todo cuando uno no quiere mirarse al espejo, y a partir de aquí se desatan esas dinámicas de ira y frustración de las minorías poderosas (ejemplos históricos, la revolución francesa a partir de 1791 o las consecuencias del golpe de estado bolchevique en Rusia en 1917) auténticos descalabros para los activistas disidentes… y para la sociedad concernida.
En todo caso, el proverbio griego sobre las instituciones no-tiránicas sigue siendo cierto, “hay que elegir, o descansar o ser libre”.
Para el cambio reaccionario que las beneficia, aún más, las minorías pudientes utilizan todo su poder. Lo que incluye financiar a los intelectuales, políticos y periodistas que convenzan a “las grandes masas”. En ello se emplea, por ejemplo, hasta una cuarta parte del PIB de EEUU, solo en la industria de las Relaciones Públicas. A lo que habría que sumar laboratorios ideológicos (think tanks), grupos de presión y partidos políticos, cuyo aparato encima mantenemos entre todos.
Podríamos parafrasear a Foucault, “saber/poder, poder/saber, no sabría cuál de los dos términos privilegiar”.
Del mismo modo, como nuestra fuente de incidencia social no es el poder (esto es, la influencia que se instrumentaliza) si no el apoyo mutuo, podríamos decir, “saber/apoyo mutuo, apoyo mutuo/saber”, ambos son la clave, en nuestra opinión, de cualquier cambio que nos propongamos. Pero, sobre ese fundamento, si no conseguimos oponer un discurso bien fundamentado, bien elaborado y bien difundido, frente a los plutócratas y al resto de las élites de poder, no tendremos absolutamente nada que hacer.
Esta es la principal base de contrapoder de las mayorías sociales, que el anarco-sindicalismo, actuando de modo inteligente, puede y debe promover.